7 mayo 2010 

            Hola, Amahú,

            Te escribo para contarte que ayer fue una tarde muy bonita pues Ama me dijo que me fuera con ella a ver señoras ancianitas y nos fuimos juntos. Yo casi nunca subo a donde viven, sino que Ama me deja atado abajo en la entrada y yo me quedo esperándola y me gusta cuando pasa el rato y ya la huelo que empieza a bajar por las escaleras. Lo primero que huelo es su pelo, el pelo de Ama es inconfundible y lo puedo oler desde mucha distancia y me digo; debe andar por un cuarto piso o así. Enseguida empiezo a oler sus zapatos, eso empieza a pasar cuando va por un tercer piso y como Ama casi siempre lleva los mismos zapatos pus así no me confunde. Enseguida ya empiezo a oir los pasos y ya la huelo casi del todo, de arriba a abajo y ya, cuando llega al descansillo del último tramo de escaleras, entonces ya LA VEO. Y como me pongo tan contento, el rabo se me menea solo de alegría y ella me dice: ¿Ves Can qué poco he tardado? Hále, ven que te quito la correa y nos vamos.
            Y entonces salimos y por el camino a casa de otra ancianita, me va contando que Doña Alfonsa le ha preguntado por mí y le ha dicho que otra vez que vaya, que me suba con ella, pero Ama sabe que Doña Alfonsa es de esas señoras requetelimpísimas, de las que te ponen unas bayetas para que pongas los pies al entrar y no manches y claro, a mí no me va a poner cuatro trapos para las cuatro patas, así que me deja abajo. A las casas de otras señoras menos remilgadas, sí que me sube y es guay porque casi siempre me dan galletas o pan.
            Hoy hemos visitado a doce señoras y luego nos hemos ido al campito de las margaras a coger margaritas. Ama se había echado unas tijericas para cortarlas, pues las margaritas están muy aferradas a la tierra y no se dejan arrancar así como así, de manera que hay que cortarlas. Estaba precioso el campito, todo lleeeeeeno de margaritas que este año son especialmente grandotas. Cuando ya llevábamos un montonazo, nos hemos sentado en el suelo Ama y yo y me ha contado que va a venir una señora de Madrid que se llama Doña Marcela a la que conoció un día que se fue Ama a Madrid a comprar un libro de un perro que se llama  Dernière caresse, o algo así y que a lo mejor se traía a un perro suyo que tiene que se llama Pina. Bueno, es perra, claro.
            Y yo estaba allí en la gloria, con Ama rascándome el cogote, los dos sentados en el campito rodeados de margaritas y Ama me decía que lo único que le faltaba era que estuvieras tú, Amahú, y yo la entendía perfectamente porque yo también quería que estuvieras allí con nosotros y me dijeras: siéntate, Can, túmbate, Can........Ahora, como las tardes son tan largas podemos aprovecharlas mucho y ver sitios estupendos. Ama se sabe todos los sitios con margaritas y cada vez me lleva a uno distinto.
            Bueno, Amahú, te voy a dejar porque dice Ama que tenemos que ir a la Cruz Roja a llevar los papeles de las señoras ancianitas. Hay una que está muy malita pero es que ya tiene 98 años y dice Ama que ésos ya son muchos años.
            Escríbeme y cuéntame cómo son los perros chinos, si se saben sentar y tumbarse o hacen otras cosas en chino.

UN BESOOOOOOOOOOOOO AMOROSOOOOOOOOOOOOO.

Tu perro CAN.